No nos suelen gustar los que dan órdenes. «A mi nadie me dice lo que tengo que hacer», solemos expresar.

El orden ha sido manido y prostituido para servir a causas alienantes. Es el arma de quien quiere esclavizar. El «orden público» es el ejemplo y la historia está llena de órdenes y desórdenes.

Existe un «orden natural» que nuestra mente pretende codificar y clasificar. Se trata de una pretensión de comprensión del mundo que nos rodea.

Una mente «ordenada» se le otorga a aquel que se comporta conforme a un orden previamente establecido y que como canon es utilizado como medio de medida.

Una vida «desordenada» decimos de aquella que se sale de los cánones establecidos.

El orden es la consecuencia del mundo interior. Aún cuando no existiera un agente externo que marque los cánones, nuestra mente los necesita y los crea. Es la consecuencia de la memoria y la capacidad analítica y juzgadora.

Sólo somos capaces de entender nuestro orden, los de los demás requiere el esfuerzo de la comprensión. Cambiamos a lo largo de nuestra vida el concepto de orden. De niños nos tienen que enseñar los cánones.

Suele ocurrir que a lo largo de los años los cánones sociales cambien o pretendan ser cambiados por quienes pretenden un «nuevo orden».
Estos cambios puede ser evolutivos o revolucionarios. Y suelen ser siempre traumáticos.

El orden de la mente. El desorden de las emociones. Nuestro orden interno, nuestra vida ordenada hacía un orden interno u olvidada de él.

Llevamos la vida entera de la humanidad discutiendo por el orden. En la familia y la sociedad.

El orden…¿Quién se viene a vivir al desorden, al caos?, de todas formas el caos sigue sus propios cánones.

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