Saber vivir saber morir.

La vida está programada para sobrevivir con el instinto de supervivencia, una bioprogramación de la que nadie escapa, una  Ley Natural, un Orden y una Sabiduría ancestral de origen no humano, más bien animal.

No hay final sólo cambio, transformación y evolución. Otra Ley Natural inexorable que evidencia la unidad de todo en UNO o UNA, es nuestro origen y destino.

La vida es una bioprogramación ajena a la voluntad humana.

La muerte es un proceso inexorable para que todo lo anterior tenga sentido y continuidad, la muerte se abre camino como parte de la  evolución energética para que la vida siga siendo eterna.

La relación con la muerte es totalmente cultural, al igual que con el dolor, ambos son inevitables, ambos son naturales, ambos son maestros del cambio, la transformación y la evolución

Morir es una lógica consecuencia de nuestra naturaleza. Experimentar dolor es un proceso natural inevitable como decía Buda.

Aplicar a todo lo anterior una visión simplista y reduccionista, como la que genera la mente limitada de que disponemos, supone tomar decisiones que en el futuro serán interpretadas como barbarie y de las que la historia nos propone un gran elenco, pero que entonces eran respetadas y avaladas por la ciencia del momento.

Contemplar todo lo anterior de manera holística e integral supone discernir y reconocer la realidad desde diferentes planos de consciencia. Desde el corazón, el cuerpo, el espíritu y la misma energía.

El “Cuerpo Dolor” como residencia de todo lo anterior nos ofrece un panorama nada halagüeño en cuanto a la superación de la muerte y el dolor, sencillamente son su enemigo público número uno. Toda la información que procesa el sistema nervioso en situaciones de dolor y muerte generan en la mente una reacción que suponemos inteligente y que no es más que una reacción mental. ajena a la voluntad libre.

El Corazón, como enseña el Cristianismo, se muestra como la herramienta más poderosa para afrontar situaciones de muerte y dolor. Los descubrimientos científicos sobre el tejido neuronal del corazón, las hormonas que segrega, sus vibraciones y campo electromagnético, avalan lo que desde tiempo ancestral practican millones de personas, la compasión, la autocompasión. De ahí el libro de la Pasión evangélica como camino para relacionarse con la muerte y  el dolor. Ejemplos como el de Viktor Frankl en los campos de concentración nazis y su Logoterapia son el vivo ejemplo de cómo caminar sobre el dolor y la muerte.

El Espíritu y la Energía se libran del holocausto y expresan ese hilo invisible que todo lo une en propósito y fin. Quien se alía con ellos logra trascender la situación y contemplarla desde un nueva perspectiva sanadora y liberadora.

Mindfulness nació para sostener situaciones eutanásicas, dolor, sufrimiento, estrés…

Viktor Frankl ayudó a que no se suicidaran en los campos de concentración personas en situaciones de sufrimiento.  Logoterapia.

El Amor como camino, el camino del amor. Como afirmaba Einstein es la energía más poderosa de todo el universo.

Se legisla desde la ideología y esta es de la mente, absolutamente racional, más la emoción decide y la razón justifica y, por tanto, es el miedo la clave de la ideología que sostiene la decisión del suicidio ante una situación eutanásica.

El cuerpo tiene dos estrategias, huir o atacar. En clave de supervivencia decidirá evitar por huida o acabar por ataque. Nuestro cuerpo nos abandona y juega contra nosotros, nuestra voluntad. De ahí la necesidad de la fuerza de voluntad para el suicidio.

La Energía tiene sus propias reglas y aun andamos detrás de ellas. La energía es de la naturaleza y toda intervención de la voluntad en su contra es una opción, pero desde luego no es la opción de la naturaleza.

Saber vivir es saber conjugar toda la sabiduría de que disponemos. 

Saber morir es aceptar que esa sabiduría es más grande que nuestra mente y por sabia, más justa.

La propuesta cultural de la eutanasia,  como en su día los sacrificios humanos a los dioses, es una opción, una elección humana, no tiene nada de natural.

Entonces las deidades exigían el sacrificio para acabar con situaciones de hambruna o guerra (sufrimiento colectivo) y ahora la deidad egoica generada por la mente exige el tributo del sacrificio del cuerpo para acabar con la situación generadora de sufrimiento (sufrimiento personal).

Ahora como entonces la cultura imperante avalará el sacrificio y el holocausto y dará normalidad a lo que dentro de unos años será considerado barbarie e incultura. 

Esta sociedad no nos enseña a vivir,

por eso no nos puede enseñar a morir.

El dolor y la muerte debían estar en las escuelas y en las familias  como parte del aprendizaje de vida. Más ni están ni se las espera en las aulas y los hogares. 

Una sociedad que ha basado su desarrollo en el placer, el hedonismo, el sentimentalismo, el racionalismo y el materialismo tiene unas enseñanzas de vida en las que sobre el tablero no puede existir el dolor y la muerte.

Culturas ancestrales han enseñado y enseñan a vivir y a morir y la naturaleza y esencia del dolor como parte de la vida. Hoy son caminos de minorías.

La barbarie ha formado parte de la historia desde la creación del libre albedrío.

„no hay civilización que no entrañe un cierto número de actos bárbaros y no hay barbarie que no contenga algún germen de civilización.“

—  Valerio Massimo Manfredi, La última legión.

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