Cuando miles de años te sostienen.

Cuando miles de vidas te crearon.

Y miles de manos labraron tus campos y piernas anduvieron tus caminos.

Cuando todo se concentra en un nombre y unos colores que en un mástil al viento se acuna.

Y la miras y no entiendes que tan pequeño gesto encierre sangre, sudor y lágrimas.

Cuando sientes o no sientes pero indiferente no te deja.

Cuando tu honor pones en ella o por contrario la pisas o desprecias.

Cuando un pueblo a un lado se sitúa y al otro el otro medio lo mira con recelo.

En ese momento hijas mías, elevar la mirada, mirar cielo y pedir su ayuda pues ha llegado la hora.

Cada cierto tiempo, en alguna generación, se rompe el hechizo que la bandera encierra y se derrama la historia y el esfuerzo de quienes la alzaron orgullosos como resultado de sus luchas y desvelos.

Es la hora hijas mías de vuestras luchas y batallas para alzar en el futuro vuestra propia bandera.

Y vendrán vuestros nietos, descendientes inquietos.

Es la hora, es mi hora y la vuestra.

Más dejarme a solas, tan solo una última mirada, un solo gesto. Adiós, adiós amada Paz que hasta hoy fue la vida bajo esta bandera.

Foto de Manuel Martín López al que le doy las gracias por la inspiración.

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