INDULGENCIA.

Una palabra reservada para ámbitos judiciales y religiosos que no suele formar parte de nuestro vocabulario. Suele pedirla el reo o el pecador de quien administra justicia. Junto con la clemencia son dos términos muy precisos y hacen referencia a dos actitudes propias de quien puede ejercerlas.

En Desarrollo Personal ser indulgente constituye una herramienta de flexibilidad mental y gran corazón.  Quién es indulgente conoce los principios que inspiran su vida, reconoce que actos, pensamientos o deseos propios los conculcan y es capaz de pasar por alto la falta,  el agravio o la incorrección en aras de un aprendizaje. El indulgente conoce el para qué de lo ocurrido.

Por el contrario cuando no somos indulgentes con nosotros mismos aceptamos lo que consideramos como fracaso, falta o incorrección como lógica consecuencia e incluso llegamos a decir:»me lo merezco por…» centrándonos en un sentimiento muy poderoso que es la culpa y dejando que bajo su influencia  en nuestra vida aparezca la ira o la tristeza por lo acaecido.

Mientras que el indulgente al realizar la introspección en su interior para encontrar el «para qué» pasa directamente del sentimiento de responsabilidad, que no de culpa, al de gozo o alegría. En algunas ocasiones decimos de estas personas:»No se como puedes sentirte así después de lo que has hecho.»

Caer es natural, levantarse es necesario, hacerlo con alegría es cuestión de gracia.

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