Crónicas de un pueblo XX

Al igual que la comida está la bebida. Hasta un dios tiene en la mitología griega. La bebida como vehículo y transporte de esencias, deseos y sabidurías es tan antigua como el agua sobre la tierra, la primera bebida, pero ya sabemos que estos días de fiestas “el agua para las ranas y para los peces que nadan bien”.

Beber de manera inconsciente puede ser una consecuencia del simple hecho de beber. Beber en la cultura mediterránea es sinónimo de celebración, de acogida, de confidencia, de amores, de negocios y conspiraciones, la bebida la aguanta todo y lo soporta todo, la alegría, la tristeza, la ira, la sorpresa, el miedo, el hartazgo, es una buena compañera para cualquier sentimiento.

La mujer y el hombre consciente en su relación con la bebida tiene claros varios principios. El primero, que el agua es la bebida más sana sobre la tierra y que un rito iniciático y mágico es beber un vaso de agua fresca en silencio y plena presencia. Si además se trata de un vaso de agua del pozo del patio o de la huerta del pueblo, entonces es sacramental, un momento de unión fraterna y amorosa entre la tierra y el agua, pues no olvidemos que somos en un ochenta por ciento agua.

Otro principio fundamental es darse cuenta y darse permiso para perder la cabeza, es decir, poder sanamente ingerir bebidas alcohólicas para disfrutar de su sabor y la compañía de quien comparte con nosotros el momento, que en fiestas seguro que serán muchos. Y, bajo el estado embriagador de los efluvios alcohólicos ser conscientes de la inconsciencia que dicha ingesta provoca.

No beber ni comer determinadas sustancias y productos está siendo hoy el camino que han tomado muchas personas como manera de sanar, cuerpo, mente y espíritu, más si el camino de la abstinencia tiene por objeto preservarse uno mismo del envejecimiento y la enfermedad, un propósito loable pero contrario a la ley de la impermanencia, podemos vernos en situaciones de integrismo mental  negando a la circunstancia y el momento el disfrute para el compartir que el amor demanda en ese momento.

El justo equilibrio entre lo que pretendo ser, lo que soy realmente y lo que las circunstancias demandan que sea, es fruto de una consciente presencia en la sabiduría de la intuición.

Ninguno de los mundos presentes sobre la tierra es perfecto. La fiesta no es perfecta. El pueblo no es perfecto, sus gentes tampoco, durante las celebraciones se reúnen gentes dispersas por muchos  caminos que confluyen durante unos días en un espacio común. Mantenerse despierto no es tanto el objetivo como despertar tantas veces como nos hayamos quedado dormidos por uso y abuso de la química, que, en cualesquiera de sus formas,  hemos ingerido de alguna manera o forma, con aceptación y compasión hacía nosotros mismos cuando el exceso nos haya llevado más allá del marco superior jerárquico que nos hayamos marcado, como diría nuestro amigo Marina.

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