“Tener amor propio” es un término que al menos en mi entorno familiar era usual en mi  infancia y juventud. Si no tenías “amor propio” era como si te faltara la gasolina para tirar para adelante. Las faenas, trabajos y tareas había que hacerlas, “por amor propio”, sin esperar recompensa, solo por el hecho de hacerlas bien.

“Hacer las cosas bien hechas” era otro paradigma familiar. Todo lo que se emprendía había que terminarlo por el afán de hacer las cosas bien hechas. Un trabajo bien terminado es expresión de amor.

Ambos paradigmas analizados por la mente y la razón se convierten en dos tiranos de la libertad, represores  y limitantes, pues más bien tenemos la tendencia a justificar cualquiera de nuestros actos de manera automática, sean cual sean, y más aún si éstos se alejan de nuestros valores y esencia. Y en este proceso todo lo que parezca que nos produce dolor los desechamos. Si no hago las cosas bien o no las termino será porque  que alguna circunstancia externa o porque me ha dado la gana. Aparece en el lenguaje esa expresión muy de los niños: “Es que….”. Nos justificamos y encontramos la razón del aparente o evidente fracaso.

Analizados desde el corazón, desde nuestra esencia, desde nuestro SER, en fin, desde el AMOR, encontramos que sólo el AMOR puede encontrar su materialización externa a través de lo que hago. La expresión del AMOR que soy aparece en el mundo a través de mis actos y éstos hablan del AMOR que soy. Encuentro, por tanto, en los hechos, en mis actos, la ocasión única de expresar AMOR. Si dejo pasar la oportunidad de hacer lo que hago como expresión del AMOR que soy habrá dejado pasar la oportunidad de AMAR. ¿Cuándo sino?.

El AMOR encuentra así la salida perfecta. No sólo en pensamientos y sentimientos profundos de amor encuentra la mujer y el hombre el AMOR. A quien los encuentra de tan profundo calado que abandona el mundo para no tener que hacer, o, al menos, tener que hacer muy poco, para estar de continuo asido al AMOR. Encontramos en todas la culturas los retiros, claustros, conventos…,en fin personas que se retiran del mundo para experimentar el AMOR en todo momento. Para el resto de los que optamos estar en el “mercado” (como dirían en Zen) y el “hacer” y “tener” son paradigmas de nuestra esencia vital, encontramos que son la ocasión, la única ocasión de expresar el AMOR que somos. 

De nuestro AMOR hablan nuestros hechos. Algunos piensan entonces que tienen que hacer grandes obras, dejar una profunda huella y nace el emprendimiento de y por AMOR. Más el que aquí analizamos hoy es el AMOR en lo cotidiano, en lo ordinario, en el desde cómo te levantas hasta como te acuestas y en el cómo has vivido el día a día, cada momento, cada circunstancia. Poner AMOR es vivir conforme a nuestra esencia. La palabra, la sonrisa, el gesto amable, la paciencia, la fortaleza, la empatía, la asertividad, la reisilencia, la bondad, la amabilidad…en fin un conjunto de manifestaciones del AMOR para con las cosas, las personas, los animales, la naturaleza, las circunstancias que en cada día nos rodea.

EL AMOR PROPIO es el AMOR que introduzco cada día en mi vida. Si cada noche puedo analizar el día y ver y sentir como he sido de pródigo en AMOR será otra expresión de AMOR PROPIO ser consciente de las situaciones y circunstancias en las que amé y las que no. La consciencia es el camino que recorremos para estar atentos y darnos cuenta de cuando hay presencia de AMOR y cuando hay ausencia. Nos convertimos entonces en ciudadanos y ciudadanas contemplativos, pasamos el día contemplando el AMOR como paradigma de nuestra existencia.

El AMOR PROPIO se convierte en un sello identificativo de aquellos que viven en y por el AMOR. Acabar lo que he empezado por puro AMOR, hacerlo bien por puro AMOR. La mente entonces poco tiene que decir, pues estará asentada en la creencia comprobada de que con AMOR todo se puede y se inclinará ante su poder y se pondrá a su servicio. Más si es ella la que está al frente de nuestras vidas sojuzgará cualquier intento de instaurar el Reino del AMOR al considerarlo su fatal enemigo dado que su señor, el Ego, la ha decretado una amenaza. Aprender el equilibrio entre el egoísmo y el AMOR en nuestra vida diaria es la tarea a la que se enfrenta todo hombre y mujer que quiera trascender y evolucionar.