Tenerlo claro o muy claro suele ser la antesala de la generación de la creencia que impedirá una nueva mirada y con ella un mayor y mejor aprendizaje.
Decían los sabios antiguos que sólo sabían que no sabían nada. Y ahora nuestras queridas computadoras lo saben todo o casi todo lo que tienen que saber de lo que tienen que saber.
El saber no ocupa lugar y por ello es posible acrecentarlo continuamente.
Pero tener dudas no está bien visto ni en clase, ni en una conferencia, que cuando levantas la mano y vas por delante diciendo que tienes una duda suele ser el anticipo de un debate y ante la insistencia suele terminar en el abandono. Menos aún en la vida, pues chico está bien claro nos dirán, ¿¡es que no te das cuenta!?.
Nuestras inconfesables dudas son rincones de la vida en los que sólo entramos nosotros personalmente y que guardamos celosamente de los otros, que no se enteren. Suelen ser dudas sobre nuestras posibilidades y talentos que acaban generando baja autoestima e inactividad.
En Desarrollo Personal las dudas son los grandes focos que están despertando la consciencia para que actuemos y las disipemos, pues son conscientes, y lo que se hace consciente se hace sabiduría ya que lo que no conozco, lo que no emerge es difícil cambiarlo. Quien duda está avanzando, quien no duda manifiesta la seguridad propia de la creencia en la autosuficiencia que puede ser muy expansiva pero que descontrolada puede generar equivocaciones y tropiezos.
Más quien duda espera y quien espera es paciente y la paciencia todo lo alcanza.
Las dudas, como dunas que no te dejan ver el horizonte tan sólo te piden que a su sombra esperes que se disipen, que las aceptes y las trates con el respeto del Sabio, que, como él sólo sabes que no sabes nada y entonces, a la mañana siguiente se habrá desplazado y desaparecido.