La mayor parte de la cosecha de nuestras siembras, la mayor parte de las consecuencias de nuestros actos están aún por producirse. Jamás conoceremos el alcance de la huella dejada en este mundo a nuestro paso.

Todo cuanto hemos hecho y hagamos, todo cuanto hayamos dicho y digamos, produce y producirá efectos más allá de nuestra vida. Sus consecuencias son inabarcables para la mente.

Al igual ocurre como sociedad y pueblo. Marcamos el destino de quienes nos sucederán como marcaron el nuestro quienes nos sucedieron.

En clave material no se alcanza tanto a verificar como en clave de energía. La energía generada hace miles de años sigue presente en nuestras vidas. Respiramos el mismo aire que nuestros ancestros. Nada puede entrar del exterior del universo salvo de forma abrupta como un meteorito. Somos como una olla sellada a presión por la atmósfera.

Todo se transforma. Esa transformación infinita se ve influida por nuestros actos y palabras. Pero al ser en circuito cerrado tienden a repetirse los patrones, como la climatología.

La mente en la que vivimos encerrados no nos permite darnos cuenta de la trascendencia de la vida salvo que nos hagamos conscientes. En este despertar a la vida nos daremos cuenta de la importancia de todo cuanto hacemos y decimos y sobre todo de como lo hacemos y decimos. Pues cada palabra, para acto y cada pensamiento me acaban a mi mismo transformando.

Puedes hacer y decir por amor. Es la mejor huella. La mejor siembra. La cosecha no es cosa nuestra.

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