«He tenido un accidente». Así se ha expresan quienes por muy diferentes formas y procedimientos han tenido un un percance que les ha supuesto un a secuela física permanente o transitoria.
Cuando la secuela es transitoria no es tal secuela que tiene vocación de permanencia. En estos casos está la convalecencia, un período para la cura en el que se pone a prueba nuestra capacidad de cuidarnos y darnos mimos. En una ocasión leí la respuesta de un médico sobre el diagnóstico de un paciente:»Está muy bien, dice lo que tiene y hace lo que se le dice.» Más nuestro gestor interior, el ego, puede planearnos una mala convalecencia con consecuencias posteriores. Saber cuidarse, convertirse en cuidador y paciente. Un equilibrio entre orgullo y humildad. Aceptar.
La secuela, por vocación permanente, puede ser de muy diferente índole. Cada caso es un mundo. No hay recetas universales, hay personas y como tales hay pensamientos y sentimientos. El cuerpo padece la secuela y genera pensamientos y sentimientos. La gestión de ambos requiere entrenamiento y preparación. Se ha producido una accidente, una situación inesperada que nos marcará los vida para siempre, es un nuevo mapa que nuestra mente no tenía previsto, desconocido, abrupto y hasta hostil. Lo que hasta ahora sabíamos de la vida puede no servirnos. Entrenarse y prepararse para lo nuevo es fundamental.
Hay quien considera que puede y tiene el valor y la fuerza de poder. Más incluso éstos han precisado de ayuda de algún tipo. TU PUEDES, PERO NO SOLO es el lema de Proyecto Hombre.
Quererse, dejarse querer, aceptar.