Nos lamentamos cuando algo no ha salido como esperábamos.
Lamentarse es analizar el pasado confrontarlo con el presente y decir: «esto no tenia que ocurrir, porque a mi, porque precisamente a mi, que he hecho yo para merecer esto».
Podemos pasar horas, días, incluso una vida llena de lamentaciones, será nuestra vida un puro lamento.
Para llegar a lamento primero es queja. Nos quejamos. Quejarse.
Frente a esta actitud está la aceptación, aceptar la realidad de buen grado.
Pero tenemos una creencia educativa muy anclada: «no quejarse es de tontos, quejate». Como toda creencia no es buena ni mala solo limitante o no limitante. Pues ya sabemos «el que no llora no mama».
Discernir entre aceptar y quejarse es la sabiduría que solo otorga el corazon, la inteligencia cardíaca, pues la mental defenderá al Ego, que para eso está.