Disponemos de luces.
Nuestros ancianos decían eso de hombre de muchas o pocas luces, dependía del sujeto en cuestión y más bien de su inteligencia.

Hoy en día la inteligencia abunda. Menos de lo que sería conveniente pero es abundante. Más que el siglo pasado desde luego.

Uno un siglo se denominó «de las luces» por el aporte a la inteligencia que tuvo lugar en el mundo científico.

Difícil de entender es que disponemos de las luces necesarias. Cada ser humano tiene las luces necesarias. La luz que ilumina su vida es la necesaria para este momento.

Querer y hasta desear más iluminación se ha convertido en la meta de muchos en estos tiempos.

La confianza, una actitud necesaria en Desarrollo Personal, supone aceptar lo que hay en cada momento como suficiente para no introducir deseos ansiosos y juicios perturbadores y a la postre militantes.

La iluminación, tener más luz, no es como la inteligencia que se puede planificar y gestionar con un plan. Poder ser más inteligente pero seguiré teniendo la misma luz. La iluminación requiere humildad y paciencia.

Ser luz en el mundo es el resultado de nuestra disposición de no ser nada para reflejarlo todo. Y en este planteamiento la mente no entiende y cree que es cuestión de más inteligencia. Saber esperar la luz. Estar preparados y consciente pues en cualquier momento aparece. Mientras tanto la que tenemos es la suficiente.

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