Las famosas ofensas.

Si Pepe  habla mal de Juan habla más de Pepe que del propio Juan.

El insulto es una acción reactiva o consciente que requiere la presencia  en quien insulta de una serie de rasgos mentales y emocionales muy determinados.

Quien no es capaz de hablar y describir sin ofender no es asertivo.

Acudir al insulto es una forma de sacar fuera lo que hay dentro.

No se puede dar lo que no se tiene.

Quien insulta comparte con los demás su propio interior, que, o no domina y gestiona en ese momento, o lo hace de manera deliberada y consciente lo que supone añadir un deseo que envuelve al insulto y lo hace más dañino, de ahí que el Derecho distinga entre culposo y doloso.

Los demás nos sirven de espejo para sacar de nosotros lo que llevamos dentro.

Si además la persona a la que insulto u ofendo merece un respeto mayor por una serie de condiciones, circunstancias, cultura y educación, la falta de respeto supone un desprecio a valores esenciales de la convivencia que denotan una profunda rebeldía hacía las normas establecidas de convivencia y por eso el Derecho reprocha más los hechos frente a determinadas personas.

Si el insulto proviene de una persona a la que se le presume una formación en Desarrollo Personal de equilibrio y excelencia la evidencia de sus carencias son claras.

Insultar, recurrir al insulto, es la expresión de la existencia de un profundo desequilibrio, una herida por la que se supura lo que se fabrica dentro de uno mismo.

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