Hay quien se merece el cielo, otros premios humanos; galardones, medallas y condecoraciones, reconocimientos y homenajes…

Saber reconocer es toda una sabiduría.

Dados a reconocimientos y premios la caridad comienza por uno mismo y aprender a reconocerse y recomendarles es toda una maestría que pocos practican. Y ojo, que si nos pasamos podemos engolarnos y dormirnos en los laureles.

Una ciudad, una institución, una empresa u organización tiene que saber reconocer y premiar.

¡Ay la envidia! Fiel consejera. No falla en las reuniones, tampoco la adulación, suelen presentarse como consejeros.

Premiar con la mente o con el corazón, es todo una diferencia. Con la mente interviene la memoria y con el corazón el recuerdo. La memoria con sus filtros puede jugarnos una mala pasada. Los recuerdos son un patrimonio muy personal y subjetivo.

En todo  y caso y siempre pretender ser justo es una ardua tarea y nuestro nivel de lo justo y lo injusto está en función de lo como nos tratemos nosotros mismos, pues uno no puede dar lo que no tiene. Hay quien trata mejor a los demás que así mismo, de éstos hablaremos otro día.

Hoy,  recuerda, ¿cuando fuiste la última vez que te reconociste personalmente?

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