Mucho sabemos de comida últimamente.
Cocinar se ha vuelto popular.
Las dietas en estas fechas han vuelto a nuestra vida como remedio a los excesos de las fechas de Navidad.
El protagonismo es de la comida. Lo que comemos principalmente. Cómo lo comemos no es tan importante, casi nadie le presta atención y es tan importante o más que lo primero.
Al igual le pasa al hambre. Casi nadie sabe del hambre. Salvo los que pasaron y pasan hambre por necesidad, los demás no tenemos los conocimientos precisos y adecuados acerca del hambre.
Sin el hambre no comeríamos. Es su función, hacernos comer.
Se habla por los estudiosos de varios tipos de hambre. A todos hay que satisfacer.
El visual, el olfativo, el del gusto, el del estómago y el nutricional. Algunos estudios hacen esta clasificación. Conocerlos y tratarlos es básico.
Pero ante todo el hambre requiere atención, consciencia, estar presentes. En Occidente la comida, la forma de comer, se ha trivializado, se ha convertido en banal, secundario. Y el cómo es la clave.
Dedicate las comidas. Hazlas conscientes y cuando puedas en silencio. Presta atención al color, el sabor, el olor y el sentimiento en su ingesta. Trata al hambre como tú mejor aliado. El te dirá lo que necesita.