«Proletarios del mundo unios» rezaba la consigna comunista del siglo pasado.

Pretender la unión pacífica de todos los seres humanos ha sido y es una anhelo para la paz y el bienestar. Más parece ser una quimera a resultas de analizar la historia.

Ahora contamos con las redes sociales, un instrumento de unión que aún no ha dado todo lo de sí que puede dar. Veremos el valor que aporta a la fraternidad de los pueblos.

La ONU fue un intento de unir a las naciones en otra alianza fraternal después de una guerra mundial y a los hechos me remito para verificar su eficacia.

La fraternidad es una vocación que se adquiere con unas actitudes concretas que han de ser fomentadas y entrenadas pues de serie no vienen.

Si queremos un mundo en paz la primera regla es estarlo con uno mismo. Y en este paso andamos la mayoría.

No existirá fraternidad si no somos capaces de dar amor a quien tenemos a nuestro cargo y que somos nosotros mismos. Y, como la inmensa mayoría de la gente no reconoce esta necesidad nos encontramos con que la fraternidad se estanca en uno mismo.

El egoísmo y el egocentrismo, dos maneras de gestionar la mente, son los mayores lastres para la fraternidad.

Para ser fraternal antes has de ser fraterno contigo mismo. Dejando el ego al lado permitir que el resto de lo que realmente somos surja de nuestro interior para abrazarlo e integrarlo en nuestra vida con la atención que merece, con el amor que que somos.

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