Los autodidactas abundan en infinidad de materias. De hecho, todos somos un poco autodidactas en el fruto de nuestras experiencias.

En todo lo que tenga que ver con la ciencia puede uno llegar a ser autodidacta, aunque no se cuente con un mentor. Así ocurre con muchas actividades, tareas y trabajos.

Pero en Inteligencia Espiritual es muy distinto. Si estudiamos todas las religiones y tradiciones espirituales de los pueblos, vemos la figura del mentor, como maestro y guía, para iniciar al pupilo en los conocimientos más profundos, en los misterios de lo insondable.

Nadie puede evaluarse asimismo en el camino espiritual. Los juicios que aparecen son erróneos. Es la mente ya iniciada y el corazón instruido el que puede ayudarnos a interpretar nuestras experiencias espirituales.

Todos los admirados maestros y padres espirituales tuvieron sus mentores y aún hoy quienes son seguidos en el mundo como tales también se iniciaron en el camino espiritual de la mano de otros maestros y directores.

Y es que la puerta de la espiritualidad se llama humildad. Desvalidos como infantes y con la confianza en quien les lleva de la mano, son quienes se inician en el camino espiritual. La soberbia, el orgullo y la vanidad son claras expresiones de falta de altura espiritual. La bondad, la docilidad y la sencillez son por su parte grandes pistas para encontrar un maestro.

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