Nuestros abuelos hablaban de alguna persona como «su ángel de la guarda» en referencia a alguien que se ocupaba de salir al encuentro en los momentos más difíciles, cuando más lo necesitaban.

Los seres angelicales son aquellos que consideramos puros y limpios y por ello le dedicamos el piropo «eres como un angel».

Ser un ángel es es ser bueno y tranquilo.

En fin, nuestra cultura aglutina una serie de actitudes y gracias que denomina ser como un ángel. Es un paradigma.

Descristianizada la sociedad y la cultura los Ángeles se perciben como figuras  mitológicas. Una reminiscencia histórica anacrónica para la razón y la mente que lo juzga de imposible. Nos ocurrirá con muchos aspectos culturales antiguos.

De la creencia religiosa de la existencia de los Ángeles en la tradición judeo-cristiana a la descreída sociedad tecnológica moderna las figuras angelicales han quedado relegadas a seres alados, siendo el más conocido Cupido.

Representar un ser angelical o pretender ser un ser angelical no es que sea en la actualidad una meta en Desarrollo Personal pero podemos recoger de las sabidurías más antiguas rasgos de actitudes que desde el corazón tienen su comprensión y acogida. Y ser como un Ángel para alguien es una sensación que se percibe más allá de lo racional y queda reflejado en el sentimiento que estas personas provocan, pudiendo afirmar que existen razones para atestiguar que determinadas personas y en determinadas situaciones provocan en otras la aparición de dichos sentimientos.

¿Conoces a algún ángel, alguien que te  haya hecho sentir esa sensación?

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