AMOR como sombra.

La más habitual. La más profunda. La más dolorosa. La sombra de amor.

La podemos definir como el recuerdo, muy reactivo y no consciente, generado por una desatención a nuestras necesidades afectivas en la infancia (antes de los ocho-diez años).

Esta sombra se activa de manera automática ante circunstancias y pensamientos y genera sentimientos diversos que nos hacen confundir amor con apego o deseo.

Las sombras no son amor. Son reactivas. El amor es una respuesta consciente y equilibrada entre deseos y apegos.

Quien vive el amor desde la sombra lo vivirá como deseo o como apego. Y en ambos casos es insaciable, como agujero negro estelar no parará nunca de demandar tiempo. Siempre tenemos sed.

El amor por el contrario al formar parte de la eternidad y trascender por ello el tiempo no demanda atención, la da. Y su estado de plenitud y totalidad hace que nunca tengamos sed.

Una de las claves para distinguir el amor de la sombra es el tiempo. La sombra demanda tiempo, el amor no.

Sanar la sombra es un proceso y una actitud. Quién la tiene vive consciente en el amor y reconociendo sus sombras. Quien no la tiene atrapado queda en la sombra y en la absoluta creencia de que su sombra amor es y no su sombra.

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