En nuestra mente guardamos recuerdos asociados a sentimientos y emociones algunos son más conscientes y otros no, pero todos viven con nosotros, nos acompañan y son determinantes en nuestra vida pese a que nosotros no lo queramos. Quien no se ha visto manifestando: “de eso no me quiero ni acordar, no quiero ni pensarlo, no me lo recuerdes…”. En nuestro “BAUL DE LOS RECUERDOS” guardamos de todo, como en los trasteros o el desván de las casas. Existen recuerdos asociados a la alegría, estos son fuente de alegría y cuando recurrimos a ellos una sonrisa se esboza en nuestra cara. Más existen otros asociados a emociones contractivas, la tristeza, la ira, la sorpresa, el asco o el miedo cuyo recuerdo nos trae al presente sensaciones (“ solo de pensarlo se me pone mal cuerpo”) que queremos evitar y alejar pues las tachamos de malas. Cuando se inicia el camino hacia el interior en búsqueda de la felicidad plena en compañía del SER las primeras estancias que se visitan son el desván y el sótano, el “BAUL DE LOS RECUERDOS” y en ellas nos encontramos con “LAS SOMBRAS” que son todos aquellos acontecimientos de nuestra vida asociados a emociones contractivas que provocaron y provocan un sentimiento y sensación que nos desagradaba y no queremos volver a revivir. Es el momento en que muchos abandonan. Es el momento de mayor dolor: “…el que quiera seguirme que cargue con su cruz…” es la pasión, después vendrá la resurrección. Solo integrando LAS SOMBRAS en nuestra vida estas pasarán a ser LUZ. Pero ya lo dicen las ancestrales sabidurías, que la LUZ vino al mundo y ellos no la recibieron. No sanar “LAS SOMBRAS” supone convivir con ellas. Sólo abrazando “LAS SOMBRAS” se sanan y desaparecen despejando el camino hacia la plena felicidad. Antes del PAIS DE LAS MARAVILLAS hay que atravesar el PAIS DE LAS SOMBRAS.