“Tengo el corazón roto”, en cuantas ocasiones nos hemos encontrado en esta situación en la que reconocemos con mayor o menor grado que “Me han roto el corazón”. Pero como órgano del cuerpo sigue intacto, más como sentimiento puede incluso provocar dolores o molestias físicas si el sentimiento es muy agudo e intenso.

Hoy se sabe que el corazón tiene tejido neuronal, está dotado de neuronas que están conectadas con todo el sistema cerebral. Ya podemos entonces entender frases como que “El corazón tiene razones que la razón no entiende” o “Tengo una corazonada”.

A nadie le dieron el libro de instrucciones al nacer, ni en la escuela, ni en el instituto, ni en la universidad. Tenemos libro de instrucciones de todos nuestros electrodomésticos pero de nosotros mismos como que no. Por tanto no disponemos de ese apartado que dice “Problemas” o “Preguntas más frecuentes”. Sencillamente estamos solos.

Cuando alguien se acerca a consolarnos sencillamente le podemos decir: “Es que tu no lo entiendes”. Y es verdad, solo lo entiende aquel que lo padece.

Tendemos a contarlo para que nos comprendan, para desahogarnos, y es necesario verbalizar nuestros pensamientos. Es necesario que los pensamientos tomen forma de palabra, de vibración que es lo que son y devolvamos al mundo el sentimiento que el mundo nos dio, ahora en forma de palabras.

Pero se nos olvida en muchas ocasiones meditarlo, observarlo y aprender la sabiduría incausada que todo acontecimiento contractivo tiene para nuestra sabiduría. Tendemos a introducirlo en cápsulas, en pequeñas películas de las que luego no queremos volver hablar y creamos lo que se denominan “sombras” que siguen con nosotros hasta que son sanadas, si es que lo son, y que pueden reproducirse y volver a nuestra vida en cualquier momento.

Sanar el “corazón roto” pasa por la consciencia de lo ocurrido en toda su dimensión y sentido. Es como un duelo en todas sus fases. Hay que atravesar la tristeza, enfrentarse al miedo, superar el hartazgo y dispersar la ira, para que la alegría vaya ganando terreno.

Si mentalizamos el proceso no encontraremos razones pues no existen: “Es que no lo entiendo”.

Si nos dejamos llevar por el sentimiento éstos cambiarán a medida que pase el tiempo y puede provocar la aparición de unos después de otros en un eterno sin fin lleno de emociones contractivas.

Si sencillamente “pasamos”, es decir, negamos la evidencia, ésta quedará anclada como sombra con la que tropezaremos cada vez que revivamos de algún modo lo ocurrido, pues ahí está.

Más si lo meditamos en el corazón, es decir, desde el amor esencial, aceptaremos de buen grado lo que ha ocurrido, nos abandonaremos en él Amor que el Ser esencial es, y, desde ahí, con una sonrisa construiremos con alegría un presente que no es más que un AHORA en el que lo que pasó ya no está, la mente no lo trae a presente y las emociones no perturban el momento.

Meditarlo todo en el corazón y desde el corazón salir adelante, SIEMPRE ADELANTE.

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