Toda cuanta medida del tiempo podamos hacer siempre se hace desde el ahora. Toda cuanto vida queramos tener se hace desde el ahora, todo cuanto hagamos en la vida ocurrirá, ha ocurrido y ocurre en el ahora. El ahora es la gestión del tiempo que controlamos, sobre la que tenemos el absoluto poder. Sin poder cambiar el pasado o programar el futuro, el presente, es nuestra única arma, y dentro del presente el ahora, el momento justo en el que me doy cuenta de que respiro y vivo, pienso y siento.


Siendo de formulación y diseño tan sencillo se presenta muy difícil para la mente la gestión del ahora. El cuerpo siempre está en el ahora, no se pude teletransportar. Las emociones vienen y van y nunca permanecen más allá del tiempo para el que están programadas. Son los sentimientos asociadas a las emociones los que logran quedarse con nosotros un mayor tiempo, como los recuerdos. Pero tanto unos, como otros, se desarrollan en el ahora pese a que tengan su origen en el pasado.

El ahora es un gran campo de observación. Nada de lo que se haya descubierto en el pasado y de lo que se descubra en el futuro dejará de ocurrir en el ahora mientras era observado Por tanto, si queremos descubrir algo en la vida, y en nuestra propia vida, debemos fomentar la observación en el momento presente, en el ahora.

Esta técnica de estar presente en el ahora, de ser un observador avezado y suspicaz, requiere un entrenamiento específico. El primer objetivo de este entrenamiento es evitar las fugas. Las fugas las provoca la mente que pretende que viajemos en el tiempo, al futuro o al pasado, en busca de sentidos, significados, juicios, sensaciones, palabras, recuerdos, sentimientos…, todo cuando sea memoria, pues la mente es analítica y el objeto de su análisis no es otro que la realidad, a la que compara con lo que ya sabe, y lo que ya sabe es lo que denominamos: Memoria.



Es nuestra memoria nuestra peor enemigo para la gestión del ahora. No saber nada, no tener memoria es la garantía segura de que la mente comenzará en ese justo instante a tomar nota de cuanto ocurre para aprender y comenzar a tenerla. Esta función puede generarse con una cualidad que denominamos de “mente de principiante”, una “actitud de aprendiz” y la  capacidad de sorprenderse. Todas ellas son necesarias para que podamos enfrentarnos al momento presente con curiosidad, con la curiosidad de un niño, que es quien por primera vez toma conciencia de una experiencia y su mente le permite que preste todos los sentidos a lo  que le ha llamado la atención y es objeto de observación en ese instante.

En la vida espiritual esta mente, actitud y capacidad son como el aire, el sol y el agua para la vida sobre la tierra. Quien se disponga a iniciar el camino de la vida espiritual deberá establecer un plan formativo para ir avanzando en la gestión del ahora mediante el entrenamiento de una mente de principiante, una actitud de aprendiz y el desarrollo de una capacidad de sorprenderse a cada instante. Cualquier momento de la vida, cualquier instante, cualquier tarea se presenta idónea para practicar la observación del ahora en lo que denominamos la observación consciente y desapegada de la que hablaremos otro día. Ahora toca finalizar.


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