MEDIOCRES.
Dicen que no somos capaces más que de ver en el mundo lo que cada uno lleva dentro de si. Si es así la verdad es que yo aún tengo mucho, mucho que sanar. Si no es verdad, lo que veo fuera de mi es el resultado de un análisis aleatorio de mis pensamientos y por tanto, totalmente personal y subjetivo como para dar lecciones a nadie.
En cualquier caso juzgar se ha convertido en una reacción inconsciente en la mayoría de los casos. Y, sobre un pedestal juzgamos lo que vemos y oimos analizando la realidad con las pocas trazas de información de que disponemos y que además suelen ser generadas por dos realidades: mi entorno y las fuentes de información generalistas. A ello añadimos nuestros filtros personales y creencias y ya tenemos una opinión que puede ser doctrina de culto si quien la erige en discurso es un famoso o afamado por alguna circunstancia.
Construida la doctrina u opinión la hacemos nuestra y añadimos un filtro más, una creencia más a nuestra mente y así poco hemos tenido que tejer pues nos lo dan totalmente hecho.
El constructo mental que aglutina nuestros discursos y razonamientos de la realidad y de la vida se nutre de esta forma de creencias y opiniones cocinadas de manera subjetiva y por ende parcial de la realidad y alcanzamos con ello la percepción de un mundo a través de «unas gafas».
La mediocridad puede ser mantener a toda costa la visión que la vida me reporta con «las gafas» sin pensar o sentir que son mi gafas las que me impiden ver la realidad tal y como es.
Mediocres somos cuando nos conformamos con lo que tenemos y no aspiramos a la superación del propio estatus mental y emocional que nos alimenta.
Mediocre soy cuando no me permito crecer y desde mi pequeño mundo que he convertido en atalaya observo al resto y a todos los llamo mediocres por que tengo un palmo de altura sobre ellos que me presta el ego por unos momentos para juzgar.
Confieso mi absoluta mediocridad por no ser aún el Ser que debía ser para los demás y evitar así dar el verdadero Amor que soy. Soy mediocre.