Nos basta una sola cerilla para que hagamos luz donde hay oscuridad y dar al interruptor de la luz eléctrica.

Nos basta una sola cerilla para quemar el papel de la hoguera en la chimenea.

Nos basta una sola cerilla para encender el cigarrillo de aquel que nos pide fuego.

Una sola cerilla en la caja nos basta para traer luz y calor a la vida.

Esa cerilla es siempre el corazón.

Motor de la vida. Pueden acabarse las ideas, tener el cuerpo agotado y sentir un tremendo cansancio. Si logramos poner en marcha el corazón de ahí saldrá todo lo que necesitamos.

Pero en muchas ocasiones no encontramos la caja de cerillas con la última cerilla (además ahora todos tenemos teléfonos móviles con luz incorporada). Nos hemos olvidado el camino para entrar en nuestro corazón. De tanto protegerlo de posibles ataques, de tanto llenar la cabeza de ideas y buscar sentimientos y emociones fuertes fuera de nosotros. Ni el móvil con su aplicación Apps de linterna nos sirve para encontrar el camino de vuelta al corazón.

Siempre nos queda el corazón y para encontrar el camino la respiración consciente es la clave que descifra el mapa enigmático del sentido de la vida.

La respiración al nacer, la respiración al morir, entre ambas la vida.

La última cerilla está en el corazón.

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