No se contar dinero.
Perdí la cuenta cuando de pequeño con mi padre contaba millones de pesetas en el banco donde el trabajaba.
El olor, el tacto y la vista se saciaron y decidieron que ya tenían bastante.
Desde entonces el dinero y yo sólo tenemos aventuras fugaces, de amantes.
A veces sobrado a veces perdido.
He aprendido a vivir sin el.
Pero lo necesito.
Cruel paradoja.