Crónicas de un pueblo (XVI)

Al volver en Fiestas al pueblo te encuentras con gran cantidad de personas, muchas de ellas hace años que no las has visto. Son los reencuentros. Si algo somos, es memoria, somos como un disco duro en el que hemos almacenado datos que denominamos recuerdos, éstos, a diferencia de la memoria, están asociados a una emoción y/o sentimiento, son los mas potentes y de ellos se encarga el corazón.

Durante los días de Fiesta los reencuentros, rememoran hazañas y circunstancias vividas en el pasado que tuvieron como protagonistas a las personas que nos reencontramos. Es tan fuerte el efecto del reencuentro que algunos y algunas no pueden vivir sin él y necesitan volver todos los años a vivirlos, pues es como si volverían a revivir los sentimientos pasados.

Habrá lugar para los reencuentros con amigos de pandilla, de la misma calle, del colegio o la escuela, con primeros amores, con rivales y enemigos, de esos con lo que acababas a pedradas o te peleabas en el patio de la escuela. El reencuentro no es más que una proyección de lo que llevamos dentro, el patrimonio emocional que nos es propio y determina nuestra vida. Hay quienes son más tendentes y apegados a este tipo de vivencias y hay quienes son más desprendidos de estos lazos afectivos.

Durante estos días las gentes comparten las historias pasadas, con el famoso: “Te acuerdas cuando…”. Se trata de un alimento necesario para nuestra espíritu, saber de donde venimos, cuales fueron los elementos y circunstancias que conformaron nuestra niñez, adolescencia y juventud nos ayudarán a comprendernos mucho mejor, a parte de pasar un buen rato de risas y un compartir que siempre agradece nuestra mente y nuestro cuerpo, pues la alegría es muy expansiva.

Estar presente y consciente en estos momentos supone prestar atención a cuantos sentimientos surgen, sean cuales sean, pues todos vuelven con la misma sabiduría con que se formalizaron y conformaron años atrás. Darse cuenta, darse cuenta de ellos, estar un rato, que a veces será efímero y en otras ocasiones más duradero, para gozar de su presencia y honrarla  con el respeto y la veneración de un maestro.

Algunos reencuentros te llevarán a sentimientos de alegría, amor, diversión, aprendizaje, otros de tristeza, sorpresa, ira y rechazo, todos suman, todos cuentan. Estar con  ellos es la tarea meditativa del hombre y la mujer consciente.

Durante las fiestas poder sonreír en cualquier momento y circunstancia a cualesquiera que se nos presente delante es síntoma de consciencia, evitando las reacciones propias de una vida reactiva que reacciona sin voluntad ante situaciones, circunstancias y personas, lo que denominan en los pueblos: “poner mala cara”. Todo cuanto acontece es el pasado, nuestro pasado, que se hace presente nuevamente, si amabas y sigues amando, si admirabas y sigues admirando, si  odiabas y sigues odiando…todo vuelve como el día, el mes o el año. El ciclo de la vida. Transcender cuantas improntas se acuñaron en nuestros recuerdos para hacer de todos ellas un momento de amor es un trabajo de consciencia y contemplación que requiere disciplina y voluntad. Y así se convierten los reencuentros en terapia sanadora de nuestro presente, pues ya sabemos que el ochenta por ciento de nuestras sombras se conformaron en las edades tempranas de la niñez y la adolescencia, es decir, en el pueblo y entre quienes formaban parte de él entonces.

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