CRONICAS DE UN PUEBLO II

EL silencio.
Si existe un protagonista durante la madrugada es el silencio. Esas horas previas al amanecer en las que los trasnochadores ya han retornado a casa y los pocos que quedan se hacen silenciosos. Todo el mundo duerme. Incluso los pájaros.

Por testigo las millones de estrellas del universo.

Una vez a la semana contemplo el cielo a las cinco de la mañana. Alguien nos observa, algo me observa. En silencio contemplo el infinito universo plagado de pequeñas luces. Si pudiera observar por un telescopio vería aún más allá. Es infinito. Pero me basta con sentirlo.

El silencio. El frescor. El aire casi imperceptible. Unos instantes mágicos que me llenan de serenidad y grandeza.

Todos duermen y generan las vibraciones propias del subconsciente en plena tarea ensoñadora. Cada uno en su mundo y como dicen por aquí: «Y Dios en el de todos».

En estos momentos algo nos une, algo nos observa.

Vuelvo a la cama sitiendo una gran serenidad.

Dormidos todos somos «UNO» y alguien o algo nos observa, una eterna ley universal que hace que todo funcione sin nuestra colaboración, como gran SABIDURIA vela y observa su creación.

SABIDURIA al alcance de todos. El hombre cada vez sabe más. La ciencia avanza. Más yo no busco el conocimiento teórico o práctico, me quedo con la experiencia de sentir profundamente, en mi corazón, que cada vez que la necesite la SABIDURIA vendrá a mí.  Sólo tendré que mirar al cielo estrellado cuando más silencio hay y todos somos Uno y esperar su susurro.

Ya entiendo por que en los pueblos pese a no tener Universidad suele haber algún sabio.

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