VIDA ESPIRITUAL EN EL SIGLO XXI (VII): EL PLAN: Un viaje: El tiempo


Tener una vida espiritual en el siglo XXI requiere como siempre valor. A lo largo de la historia quien ha pretendido vivir desde el ser espiritual que somos ha precisado de valor pues supone mantener una línea de desarrollo y crecimiento personal que la mayoría de la gente no entendía, y, en algunos ocasiones, ni toleraba, ni tolera.

Los avances científicos, la constatar que existen partes del cerebro que se activan y cambian en personas con una vida espiritual plena han venido a reforzar los argumentos de quienes ya lo venían relatando desde hace siglos y supone una mayor comprensión de quienes son más racionales y hasta que no lo ven no lo creen.


La vida espiritual se representa para la mente como un viaje a nuestro interior, a lo que realmente somos, a nuestro ser, al centro de la tierra, pues desde ese centro, todo lo que le rodea es el universo entero, es el CENTRO.


El viaje ha de comenzar con un PLAN, como cuando se programa un viaje de verano o turístico. Con una peculiaridad, y es que nuestro PLAN es el propio viaje. El principio y el fin, el alfa y el omega se junta en un instante, en un momento, en un AHORA. Por tanto el PLAN sirva para ahora y se agota en el ahora. Esta comprensión de finitud y a la vez impermanencia del ahora y la vez la eternidad del momento es la parte más difícil de asimilar por la mente, que quiere límites y fronteras, pues es su manera de comprender y aprehender el mundo. Somos energía fluctuante y cambiante que en vibración baja se materializa y cuya impermanencia tiene su manifestación en los procesos bioquímicos constantes que la materia experimenta. Todo pasa, nada queda, que lo nuestro es pasar, dice la canción.





El PLAN se traza de manera mental. Es la mente la que decide, pero será la voluntad que surge del Ser y del Corazón la que mantenga el timón si queremos mantener el rumbo, pues a las primeras de cambio, sentido por la mente, querrá volver atrás, si percibe sobre todo extinción de lo que considera que es, el ego.


El PLAN debe ser sencillo, instrucciones muy claras y concisas. Fáciles de recordar y de repetir de continuo en ciclos. En este aspecto nos ayuda el tiempo, que organizado en épocas y estaciones nos ha organizado la vida en horas, días, semanas, meses, años y siglos. Para el PLAN, que vive en el ahora, la dimensión temporal más cercana es la hora y sus divisiones. Y el ciclo de repetición más eficaz y cercano a la hora es el día. Por tanto, en las dimensiones temporales terrenales, el día y la hora son dos elementos esenciales, siendo el resto, absolutamente despreciables  a esos fines, pues las semanas, meses y años, no serán más que ciclos de repetición.


El PLAN para cada día  y un PLAN para cada hora. Dicho así, ya pesa a la mente, pues todo lo que sea planificarlo todo suena a rigidez mental y falta de libertad. ¿Dónde está la improvisación?, ¿Dónde queda lo de fluir?. Si comparamos el PLAN con el de un río, veremos como el río siempre repite sus ciclos diarios y semanales, pues la vida no es el rio sino lo que lleva el rio arrastrando y deslizándose en su superficie o sumergido en sus aguas. Por tanto, para darse cuenta de lo que la vida ha traído a las orillas del rio, lo que flota o ha quedado sumergido es el resultado de una vida consciente. Para tener una vida consciente es necesario estar despiertos y para estar despiertos es preciso un PLAN ante la tendencia de la mente en quedarse dormida entre sus deseos de futuro y sus apegos al pasado.


¿Qué contenido tiene el PLAN?. Lo veremos en otra entrada. Ahora quedémonos con el hecho y la circunstancias de que el PLAN debe ser organizado en día y hora.




Por |2020-12-09T14:28:18+01:0028/11/2015|Amor, atención plena, bienestar, DARSE CUENTA, ESPIRITUAL, felicidad, mindfulness, sabiduría|Comentarios desactivados en VIDA ESPIRITUAL EN EL SIGLO XXI (VII): EL PLAN: Un viaje: El tiempo

VIDA ESPIRITUAL EN EL SIGLO XXI (VI): SERES HUMANOS: LA FRONTERA



¡Quién lo duda!, su definición es otra cosa, un reto que aún se mantiene, pues con algunos comportamientos por medio y siglos de historia algunos han llegado a manifestar que más bien deberíamos ser clasificados y definidos como parásitos, pues allá donde ponemos el pie, en la naturaleza más salvaje, la colonizamos y acabamos con parte o la totalidad de su ecosistema con el fin de obtener todo su potencial de riqueza para nuestro bienestar. Azotes de esta tierra, explotadores de sus recursos, malos gobernantes del patrimonio humano, capaces de enfrentarnos entre nosotros mismos y asesinarnos sin piedad. El Ser Humano ha dado y da muestras de sus capacidades y actitudes en cualquier momento de la historia. Si así siguiera estaría dando una imagen poco realista de la condición humana, sería como uno de los telediarios actuales de los medios televisivos en los que solo parecen que existen noticias tétricas y sangrientas.

Me aparto del párrafo anterior, pues si bien es cierto, que la inmensa mayoría de la gente no lo ha vivido así, aunque en algún momento de su historia personal pueda presentar un relato de crimen y miseria a su alrededor. Pero si es cierto que podemos tener la tendencia a considerar nuestra naturaleza muy humana, a considerar que todo está dentro de nosotros y que nuestra mente es el órgano vital más poderoso que poseemos, darle a la mente el poder y considerar la razón la fuerza de la vida. Quien así concibe la vida suele atribuir las buenas obras, las más altas cotas de excelencia humana en la bondad, la compasión y la misericordia, en el AMOR, al resultado de una adecuada instrucción y educación, cultura y civilización. La bondad en las personas y las civilizaciones sería el resultado de un proceso muy humano, en el que todo tiene una explicación racional, lógica y por ello humana.


La evolución explica el desarrollo del Homo Sapiens Sapiens y lo que no se puede explicar del hombre, la naturaleza o el propio cosmos es sencillamente un enigma que llegará a desvelarse por la fuerza de la razón teniendo a la mente como protagonista.


Y parece que la historia les viene dando la razón durante siglos, pues los avances ahí están, los descubrimientos…


Por supuesto niegan la posible existencia de todo cuanto la razón en la mente considere imposible y por ello niegan la propia existencia y consideración de una vida espiritual, de un espíritu.

Vivir de este modo es vivir en un mundo limitado por fronteras muy precisas y determinadas, todas ellas racionales.





Lo que este curso pretende enseñar o practicar es la posibilidad de traspasar las fronteras. Mejor dicho, pretende demostrar que las fronteras racionales se traspasan para tomar cuenta de evidencias que nuestra propia mente no puede interpretar de manera racional.


Los experimentos neurocientíficos evidencian que quienes han atravesado las fronteras y van más allá registran actividad neuronal, cerebral y mental diferente al resto.


Si quieres emprender este viaje deberás estar preparado para él. A igual que para pilotar una nave especial y dar un paseo espacial el entrenamiento es básico y mantenerte en forma una necesidad. El entrenamiento para ello lo han denominado INTELIGENCIA ESPIRITUAL. Bienvenido abordo.




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VIDA ESPIRITUAL EN EL SIGLO XXI (III): ¿QUE ES VIVIR?


Si de nuestra propuesta, “VIDA ESPIRITUAL EN EL SIGLO XXI” hemos analizado, a modo de introducción, la palabra “espiritual” y “siglo XXI”, que se corresponden con los dos capítulos anteriores, hemos de afrontar para terminar con esta introducción con la palabra “vida”.


Vivir. ¿Qué significa vivir o qué es vivir?. La vida consiste en respirar, faceta fundamental, sin la respiración nos morimos, pues al respirar comienza la vida y al expirar la terminamos. Vivir es respirar y no lo solemos hacer de manera consciente, más bien lo hacemos de manera inconsciente, lo que suelo denominar “en piloto automático”.


Después de respirar existen una serie de necesidades fisiológicas que deben ser satisfechas y que suelen ser graduales y progresivas. Satisfacer esas necesidades se convierte para muchos en lo cotidiano y ordinario pues no existen otras expectativas, es decir, buscar que comer, vestir y donde cobijarse, junto con sanar sus heridas, es para algunos el conjunto de necesidades que deben satisfacer y no hay más, frente a los millones de personas que inmersos en sociedades más elaboradas y complejas tienen como necesidades un elenco de expectativas más amplio y por ello su vida presenta un entramada más amplio de actividades.


Vivir en el contexto en que has nacido se ha convertido en la necesidad de satisfacer necesidades. Como ya explicó Maxlow en su pirámide de las necesidades nuestra vida se presenta como una carrera ascendente hacía la autorealización de todo cuanto nos hemos propuesta como seres humanos.

Pero antes de todo, antes de nada, es decir, antes de que mis antepasados decidieran evolucionar y poner sobre nuestras vidas un complejo mundo, ¿Qué era vivir?.




Y ahora que ya sé que la vida no consiste solo en satisfacer las necesidades básicas, como tuvieron que hacer mis antepasados primigenios, pues tengo alternativas al estar dotado de más capacidades, ¿Qué es vivir?.


Si el pasado y el futuro no son más que apreciaciones mentales y no sólo existe el presente y si la respiración es la que me permite estar en el presente, vivir tiene que ver algo con el presente y la respiración.


Tanto presente como respiración nos llevan inexorablemente al cuerpo. El cuerpo tiene que tener la clave de la vida, pues sin él no hay presente ni respiración.


El cuerpo, este elemento o soporte vital del que estamos dotados y al que solo prestamos atención hoy en día por dos cuestiones: Por salud y por estética, lo demás del cuerpo me importa más bien poco, conocer cómo es y cómo funciona es una asignatura pasada del Instituto que ahora no me interesa. Pero en el cuerpo está la clave para saber lo que es vivir.


Para algunos este paso por la tierra no tiene ningún sentido, vivimos y morimos y ya está, adiós.

Para este curso de “VIDA ESPIRITUAL EN EL SIGLO XXI” este paso por la tierra tiene un sentido. Partimos del hecho, no constatado, es decir, partimos de un axioma no científico, de que somos seres espirituales viviendo en un cuerpo en la tierra.


Dejemos claro este importante aspecto para quienes prefieren la racionalidad absoluta en la vida y la prueba científica de todo lo que quieren ver y oír. 


En este curso hablaremos de que somos unos seres espirituales en una vida humana, en un cuerpo.


Como no puedo probarlo científicamente, esta afirmación se hace invisible para la mente, pero veremos a lo largo del curso como no es lo mismo para nuestro cuerpo que puede desarrollar enfermedades sin que la mente sepa que existen y por ello no dejan de existir las enfermedades en el cuerpo.


Vivir para este curso es descubrir la misión del espíritu que somos en la tierra y llevarla a cabo.


Si estás de acuerdo o sólo sientes curiosidad, fantástica disposición para aprender, bienvenido.


Se convierte la pirámide de Maslow en el libro de instrucciones de la vida en la tierra que nuestro Ser Espiritual debe conocer para poder sobrevivir en este planeta. Más la inmensa mayoría de la gente ha dejado de pilotar el cuerpo, como nave en espacio y el tiempo, y ha puesto el piloto automático, dejando que la mente tome las decisiones de rumbo y potencia y nosotros nos proponemos volver a pilotarla tal y como se espera de nuestra naturaleza espiritual.



Llegados a este punto alguno o alguna se preguntará cómo es posible que seamos un Ser Espiritual, que quien nos ha creado. Estas preguntas totalmente mentales solo tienen una respuesta, y la hemos denominado FE. Y la Fe en este curso hay que declararla desde el principio, creo en Dios como Creador del Ser Espiritual que todos somos. Y creo que mi mente no es capaz de entender a Dios pero si soy capaz de dejarme amar por Dios y, ese dejarse ser, es el camino que vamos a andar. Dejar ser.

VIDA ESPIRITUAL EN EL SIGLO XXI (II):EL SIGLO XXI: El cambio que no existe.


El siglo XXI presenta unas características especiales que lo diferencian de los siglos pasados según la historia atestigua y nos enseña. Cada tiempo es diferente nos dirá la mente, “las cosas ahora son distintas”, “hemos cambiado”, “ya no es como antes”, “ahora es diferente”, “todo ha cambiado mucho”…, todo un conjunto de expresiones al estilo mantra que nos solemos repetir y nos repiten hasta generar la creencia de que los tiempos pasados fueron siempre peores, al menos diferentes y que algo ha cambiado. Más si nos alejamos de la mente y nos centramos en el mundo emocional, el mundo de los sentimientos, el mundo no ha cambiado, presenta las mismas emociones y los mismos sentimientos, nada nuevo bajo el sol. Si bien es cierto que reaccionamos de diferente manera frente a diferentes circunstancias y acontecimientos, la ira, la alegría, la sorpresa, el miedo, la tristeza, el sentimiento de culpa, o el de seguridad, siguen existiendo y dominando al hombre y la mujer como lo hacían antaño. Esto llevo a decir a la ciencia hace poco que el hombre es un ser emocional, pues la emoción decide y la razón justifica.


Desde el punto de vista emocional solo hemos avanzado hacía una mayor comprensión de la entidad e idiosincrasia de las emociones en lo que Daniel Goleman bautizó como “Inteligencia Emocional” como aquél talento del que disponemos y podemos entrenar para el manejo y la gestión de las emociones, dejando al lado la palabra control que me resulta demasiado pretenciosa para expresar el poder del ser humano sobre un mecanismo automático y adaptativo del que no dispone de un botón de On u Off  y simplemente puede influir sobre la homeostasis de manera limitada.


Sabemos más y las podemos gestionar mejor, sería el resultado de los avances científicos que aportan al siglo XXI un plus diferenciador sobre los siglos pasados, pero el objeto de estudio sigue siendo el mismo: Las emociones.


En relación al mundo espiritual el siglo XXI ha aportado lo que se ha denominado con prontitud “INTELIGENCIA ESPIRITUAL”

En 1997, la física y filósofa Danah Zohar introdujo el término “inteligencia espiritual” en su libro “ReWiring the Corporate Brain: Using the New Science to Rethink How We Structure and Lead Organizations.” Años después desarrolló el concepto con otro investigador, Ian Marshall, y en 2000 publicaron SQ: “The Ultimate Intelligence (Coeficiente espiritual: La inteligencia máxima).”


En 2006 por el neurocientífico Mario Beauregard, de la Universidad de Montreal, en Canadá encontró que la experiencia espiritual activaba más de una docena de diferentes áreas del cerebro a la vez. Se registra actividad en:


1º.-Los lóbulos frontales. Se mejora la atención y la concentración, y generan nuestro sentido de “yo”, por lo que al alterar su funcionamiento se percibe una “disolución del ego”.

2º.-El sistema límbico se vincula con los sentimientos afectivos.

3º.-Se ha observado también una “desconexión” del lóbulo parietal, que maneja la orientación espaciotemporal, lo que parece crear la sensación de fusión con el Universo.[1]


Hemos constatado lo que ocurre cuando utilizamos la Inteligencia Espiritual, pero no es nueva, es la más antigua. Hace 2.500 años,  Buda la llamó visión cabal o Vipassana; como el Apóstol Pablo de Tarso en la carta a los Colosense en el Cap. 1: 9-10 ora pidiendo inteligencia espiritual.


En resumen, sabemos más de lo que ya existía. Somos más conscientes de lo que eran nuestros antepasados, esta es la diferencia.


El siglo XXI es uno más en la historia en el que las personas que lo viven tienen que enfrentarse a las mismas emociones y sentimientos que antaño. Nada ha cambiado en este aspecto. Reímos, lloramos, nos enfadamos, nos hartamos y nos entristecemos, pero no por lo mismo. Y esta aseveración es compatible con la evolución constante el ser humano, una convicción de la mente que cree que evoluciona y cambia cuando todo permanece. No podemos percibir el movimiento del universo en expansión y nos creemos estáticos, creemos que nuestra posición en el Universo es estática por lo imperceptible del movimiento del universo para el hombre. De la misma manera, creemos que en el tiempo, frente a la eternidad, nos movemos y evolucionamos, pero realmente estamos en el mismo punto donde comenzó una vez todo. Un Universo en un tamaño finito al que dan un tiempo infinito.


Para nuestras vidas cotidianas y ordinarias todos estos estudios científicos nos aportan poco, si no profundizamos, si los dejamos en la superficie, más bien nada. Pero si nada hay nuevo bajo el sol y como dicen los Libros más antiguos que tenemos, y que ahora la ciencia confirma con los datos: “Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol. Estamos ante el reto de entender y comprender lo que los antiguos ya sabían y constataban como certezas y verdades y nuestra mente, durante siglos, consideró cuestionable y ahora se constata como cierto.


APRENDER a DESAPRENDER es el reto para quien quiera tener una vida espiritual en el siglo XXI, pues todo lo que la mente ha cuestionado durante siglos ahora comienza a ser confirmado con la certeza de la ciencia. Pues nada ha cambiado, que todo sigue igual y Matusalén se enfrentó a lo mismo que Bill Gates, la supervivencia de su cuerpo y la gestión de sus pensamientos y emociones.





[1]http://www.cnnexpansion.com/actualidad/2009/12/14/iq-de-la-fe

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