CENIZOS.

Todos los que traen mala suerte se les suele llamar cenizos.

La ceniza es el resto sólido de la hoguera pues el gaseoso, el etéreo, ha surgido durante la combustión y se ha evaporado.

Así también ocurre con la energía que somos. Cuando abandonemos este mundo se quedará la ceniza y nuestra esencia abandonará el cuerpo para lograr otra dimensión.

En el Universo nada desaparece todo se transforma.

La cuestión fundamental es si en el proceso se mantiene la consciencia. Si seremos conscientes.

En esta dimensión terrenal parece que la consciencia depende de la mente y las emociones en gran medida. Desprovistos del cuerpo donde se originan mente y emociones la consciencia gana en dimensión. Es pura lógica. Lógica sin embargo inaceptada por la mente que por limitada es incapaz de trascenderse asimisma.

En el punto en que nos encontramos. Ahora. Hoy. Como decía Einstein podemos optar en ver la vida como un milagro o verla sin considerarla un milagro. Libre albedrío.

Opto por el milagro. Opto por la consciencia. Opto por reconocer mi condición humana frágil y temporal. Opto por considerarme eterno en lo esencial.

«Polvo eres y en polvo te convertirás» le dicen hoy los cristianos a su mente y ponen la señal de la cruz en la frente.

Y es que confiarlo todo solamente a la mente resulta ser de cenizos dado que la mente acaba desapareciendo. Confiar en el alma parece ser un camino más allá de la mente, más allá del cuerpo, más allá…SIEMPRE ADELANTE.

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